
No calienta cómo ni dónde conocí a este pelotudo pero de repente, tras unos varios días enviándonos mensajes calentones, fuimos a un bar por unos tragos para entonarnos y después ir a alguna cama a hacernos lo que sea. Él me gustaba físicamente pero le hubiera puesto una cinta en la boca, aún así accedí a su propuesta de ir a un telo vulgar de la ciudad cercana porque me prometió que tenía para mí una sorpresa original. Me propuso pasar toda la noche en ese antro de colchonería eyaculada. A mi me alcanzaba con unas pocas horas pero tuve que decir que sí para no quedar como una flojita cagona pero de verdad que tenia ya mucha leche acumulada así que tal vez deba corregir lo que acabo de redactar y decir que en verdad no me iba a alcanzar con tan poco tiempo. A las 9 de la mañana tenía un compromiso impostergable por ende le propuse apurar los tragos y rajar para el telo (no se si la excusa era el compromiso o era yo la verdadera pajera).
Llegados al lugar de paredes de papel tuve que hacer oídos sordos a los gemidos de los vecinos de pieza (el tipo gritaba exageradamente, tal vez fingía el orgasmo o tal vez sufría bastante seguido de impotencia y estaba aprovechando al mango el momento de erección). La original sorpresa de mi candidato eran unos chocolates con forma de pija…tan original como comprar una tortuga y ponerle de nombre Manuelita o abrir un local en una esquina y llamarlo “La Esquina” (se entiende?eh?). Aunque si bien lo de comer chocolates con forma de poronga realmente me calienta, (quizás mas por el chocolate que dicen que es orgásmico mas que por la forma de verga) me repugnó o desilusionó pensar la imagen de este degenerado masticando con cara de calentura la golosina erecta o pasándole la lengua…sería raro, no sé, yo no soy homofóbica ni mucho menos, hasta me divertiría metiéndole unos dedos en el orto pero no quisiera verlo extasiado mordisqueando ese temita…(se entiende?eh?).
Todo empezó a marchar bien de repente por que gracias al cielo no hizo lo que yo pensaba que iba a hacer y de a poco se me mojo la bombacha y ya quería, de verdad quería la colocación. Pero el tipo empezó a nombrarme con diminutivos que me hicieron bajar la calentura “¿Y mamita? ¿Te gusta?” “A ver esa boquita”…
“Pajerito” pensé yo haciendo un esfuerzo incontrolable por no salir corriendo y quedar como una histerieta. Y mientras todo continuaba caí en la cuenta de que me estoy poniendo vieja por que empecé a sentir miedo de estar a solas con un desconocido y no había avisado a nadie y nadie sabia que yo estaba ahí. A veces sucede que una lee libros o ve películas que la trauman y que marcan un antes y un después…nunca más volví a coger igual luego de ver la adaptación cinematográfica que Pier Paolo Passolini realizó sobre los 120 días de Sodoma, del Marques de Sade y nunca mas pude terminar un acto sexual tranquila si se me venían a la mente los libros de Boris Vian. Y este miedo que sentí en este momento me hizo sentir mas vieja que lo que puede sentirse una cuando empieza a caer con regalos a los cumpleaños de los amigos, regalos cuidadosamente elegidos y meditados o cuando la llaman “Señora” o cuando una ya no se pelea con su mamá.
Y mientras me iba en esos pensamientos y se me pasaba la calentura el loco la pasaba bárbaro y hasta creo que terminó y yo por suerte estaba entera y conservaba todos los miembros de mi cuerpo.
No voy a seguir contando lo que sucedió el resto del tiempo por que no tiene tanta importancia (aspirar lineas armadas en su pito, petes y mas petes, poses varias…nada fuera de lo normal). Cerca de las 8 empecé a dormirme y temí no llegar a tiempo a mi compromiso por ende me pedí un whisky en las rocas para pasar el rato mientras el puto dormía a mi lado. Cuidadosamente agarré su celular y le borré mi número telefónico y borré también el suyo del mío para no tentarme alguna noche de desesperada soledad, esas noches en las que no alcanza con la masturbación para consolarse. Agarré mis cosas y tomé otro trago…nada mejor que el etílico para sacarse el gusto a pija de la boca.
A las 9 en punto estaba en casa de mi mamá. Le prometí que iba a acompañarla al casamiento de la hija de una compañera suya de trabajo…seria la boda por iglesia.
Me arreglé para el asunto y le di unos tragos a mi petaca de ron que llevo siempre en el bolso para casos de emergencia…aun sentía en la lengua la leche de este tipo y era una sensación rara la de tener en la boca lo de alguien que no conocía…qué puta incurable.
Mientras me duchaba hice un repaso del encontronazo casual. El loco era agradable y tenia un excelentisimo tamaño de verga, de esas cabezonas que se ponen a pleno cuando se paran. Pero era para mi gusto un poco bizarro. Muerta de risa me puse a imaginarme quién se animaría a ser la estupida que pudiera enamorarse de un mamerto como ese…fantaseé con esa imagen largo rato mientras sacaba el shampoo de mi pelo y hasta pensé en los nombres que el muy tarado pondría a la concha y al culo y a las tetas de la loca, esas cosas muy intimas de las parejas.
No importa, me dije a mi misma, al menos no salí de ese cuarto descuartizada adentro de una valija de mano y no lo voy a ver nunca más en la vida.
A la una de la tarde partí con mami para la iglesia. La madre de la futura novia (casada ya por civil, en breves por iglesia y eternamente por boluda) nos recibió con una gran sonrisa y felicidad, chocha de la alianza de amor entre su hija y el divino yerno.
Sentí miedo de estar en ese lugar. El solo hecho de pisar una iglesia me hacia temblar de miedo y me imaginé en el altar a punto de dar el sí para siempre…pero na, eso jamás sucedería no solo porque no me cabe sino también porque nadie me pediría matrimonio a mi.
Empecé a sentirme mal, un poco mareada por la falta de descanso y de comida y la iglesia y todas las porongas casamenteras. Seria una boda original ya que el novio entraría desde el fondo con la novia juntitos los dos. Cuando todos se pararon para recibirlos yo permanecí sentada debido a mi mareo y al mañanero que me fume a las apuradas sacando el cogote por la ventana de la que había sido mi pieza cuando niña. Al recomponerme me incorporé y… ¡OH dios mío! ¡No podía ser!... no lo podía creer, no no no no no no y no…
¿Con qué cara iba yo, una vez terminada la ceremonia, a felicitar a la nueva esposa, si había estado toda la noche cogiendome a su marido y haciéndole petes por todos los rincones de un hotel y prestándole los cachetes de mi culo para que los acabe y si aun sentía, a pesar de los tragos, el gusto de su eyaculada en mi garganta y cómo le iba a sonreír a esa pobre mina si mi imaginación sin limites ya sabia las penosas y graciosas denominaciones que tenían sus tetas, su concha y su culo?