Esta Neurotica soy yo...Conozcanme

Mi foto
Intelectualoide psicopata autodestructiva. Fumadora compulsiva. Hombreriega empedernida. Guaranga persiguiendo a su ex.
CONTACTESE CON ESTA PELOTUDA ESCRIBIENDO A masqueunacabra@hotmail.com.ar

martes, 26 de abril de 2011

Documento sin titulo


Durante muchos años me creí que el dicho “Mejor sola que mal acompañada” me iba a dejar solterona para toda la vida por lo cual lo reformulé según mis propósitos: “Mejor mal acompañada que sola”. Pero ya comprendí a esta altura de la vida que los dichos están hechos así por algo y que por eso se mantienen vivos de esa manera a través del tiempo. Es que el problema, al menos en mi caso, no son los hombres lo malo sino el valor agregado con el que llegan a mi vida. Todos vienen con una carga extra, un pasado-presente que puede resultar muy verga.
Todos tienen, por ejemplo, una EX NOVIA psicópata . Estas especimenes suelen merodear por la casa de una, hackear mails, hacer llamadas telefónicas a su ex novio mintiendo que están embarazadas, que se les murió la tía, que tienen cáncer terminal, que se van a coser la concha porque no hay ni nunca habrá en el mundo otro como él, que se están apuntando con un calibre 38 en la cabeza, etc. Lo peor de todo es que a parte de estar enfermas de amor suelen estar que se parten en 20 millones de pedazos, entonces nos hacen sentir como la mismísima mierda porque no se ven fuleras ni cuando aparecen atrás tuyo corriendo por la calle, con la pintura corrida por las lagrimas y el pelo grasiento tras días de dejadez. Forras. Y como “él” es un alma sensible tiene que salir a socorrer a la suicida hipocondríaca porque si de verdad llegara a jalar el gatillo se quedaría con cargo de conciencia for ever.
Todo hombre aparece en la vida de una con algún familiar insoportable. Quién no tuvo una cuñada rompe pelotas, “hermanito me pasas a buscar”, “hermanito te llamo para ver como estás como no viniste a dormir” “brother ai lav iu” “brother me llevás hasta la casa de Cecilia” “Hermanito me llevas a la pelu” …Aprendan a manejar pelotudas.
O bien, un hermanito chiquito pero con la edad suficiente para entender que si su hermano mayor está encerrado con su novia en la pieza es POR ALGO, y que no debería abrir la puerta a cada rato mientras alborota el hogar jugando a los x-men y me chupa un huevo los traumas mentales que ese pendejito del orto pueda tener tras haberme sorprendido mas de una vez con la manguera en la boca, esposada a la cama o sin corpiño. Muerte a los guachitos que incordian.
Ni hablar si los nenitos son hijos en vez de hermanitos, cuán odioso es que los traigan de visita a la casa de una, te rompen todo, tiran la comida y saltan por encima haciendo empaste, gritan, desordenan, quieren ver los dibujitos cuando una está muy atenta con el partido de fútbol, rompen las bolas por todo y se enojan si no tenés leche chocolatada o galletitas dulces. Qué horror.
Sin embargo el primer puesto lo tienen las suegras. No hay con qué darle.
Días atrás me junté con mi amigo Matías a charlar de la vida y vuelta que vuelta dimos con el tema. Parece que las mujeres también venimos con un valor agregado llamado “suegra” que molesta. Yo no le deseo a ningún hombre tener a mi mamá de suegra pero ella no es la única conchuda. Y hablando y hablando con mi amigo llegué a una conclusión trascendental…tiembla Kant en su tumba. Hago un paréntesis y explico brevemente. Yo tuve siempre una duda que varias veces me ha quitado el sueño. No. No es la duda da podonga podque podonga no tengo. Se trata de un tema que durante mucho tiempo se erigió cual incógnita ante mí poniéndome pelotuda porque no me gustan los misterios. Mi pregunta era: ¿Qué carajo duele más: una patada en los huevos o el dolor de ovarios?
Como mujer sé hasta qué punto martirizan a una las torturas menstruales pero también he visto a muchos hombres retorciéndose del dolor de pija tras una patada en esa zona que fue creada para ser tratada con cariño. Entonces estaba en una encrucijada y me era imposible deducir el problema. Muchas veces las personas usamos metafóricamente estos dolores para referirnos a situaciones, cosas o personas tan estrafalarias como el mismo padecimiento, tipo: “Esta materia es un dolor de ovarios”, “La milanga con fritas me cayó como patada a las pelotas” …
Hasta que parlando con este amigo pronunció él las palabras mágicas y pude entenderlo todo: “y si amiga…mi suegra es una patada a los huevos”. Oh! Y cuantas veces he dicho y he oído decir “Mi suegra es un dolor menstrual”. Pude encontrar entonces la analogía entre ambos dolores y poder comprender así cuánto duele el golpe a las pelotas si es que puede compararse con esas grasnuzas detestables.
Nunca quise a ninguna suegra de la misma forma que ellas no me quisieron a mí. Yo sé que no soy un buen partido para ningún hombre, pero por qué esa necesidad de ser tan hincha pelotas con una. Viejas de mierda evolucionan a una velocidad inexplicable, saben usar el celular mejor que cualquier adolescente y se encargan de fotografiar las petacas de etílico que encuentran en nuestra cartera; de llamar al hijo a cada hora, de aconsejarle que vuelva con su ex, que era adorable. Estas tipas son hipocondríacas también y les encanta llamar al hijito para que las lleven al médico a cada rato y como los hombres nacen mameros y mueren mas mameros todavía hacen caso a todos los berrinches de la madre. Ellas quieren ser la copiloto de nuestro macho, no nos dejan subirnos adelante en el auto; nos buchonean si nos ven cara de droga, nos persiguen con preguntas y mas preguntas sobre nuestro pasado, nuestro presente y nuestros proyectos a futuro. Las detesto. Chau suegras, no las quiero suegras. Fuera de mi vida suegras. Valor agregado que duele al bolsillo…maniaticas insoportables que duelen a los ovarios,a las pelotas y a todo tipo de huevos, testiculos y formas ovaladas y redondas.

lunes, 4 de abril de 2011

De La Norma a las normas: Genealogia de mi moral


Y como Constantina y el padre que al final resultó no ser mi padre estaban muy ocupados laburando para que no le falte a ella el whisky escocés y el jamón crudo crudo de chancho alimentado a bellotas a él, encomendaron mi educación moral a Dionisia, una dinosaurio que me enseñaba a usar los cubiertos, a tocar el piano y a tomar el té. Pero a mis padres no les satisfizo esa educación, motivo por el cual recurrieron a La Norma, una tipa que vivía cerca de casa, joven pero vieja en sus costumbres, criada a las palizas, desbaratadora de juegos infantiles, chusma como pocas. Yo hubiera preferido seguir con Dionisia, no sólo porque me copaba su báquico nombre sino también porque hubiera aprendido a tocar el piano de puta madre y porque comíamos unos strudel de manzana tremendos…aun mi paladar sueña con ellos…
Yo le tenía miedo a La Norma. Ella odiaba a los niños, ella sabía cómo lograr que nuestros padres nos reten y ajusticien nuestras macanas prohibiéndonos los dibujitos y la coca cola. Ella hacía guardia atrás de la cortina mientras nosotros desordenábamos la vereda con barcos piratas y otras fantasías y buscaba la mejor excusa para delatarnos de lo que no habíamos hecho. Cuando mis amiguitos se enteraron que de allí en más pasaría mis tardes dentro de la casa de La Norma, me dieron su pésame y dijeron que lo sentían mucho. Cagada hasta las patas pero con la frente alta marché hacia mi martirio.
La cosa era así: yo volvía de la escuela y entraba en su hogar, ella me daba la comida, que, por lo general, era la polenta que preparaba para sus perros, si sobraba yo comía. Después de la comida ella se sentaba a mirar la novela chicana y yo hacía mis deberes. Después hacía un té con el mismo saquito para las dos y mientras eso sucedía me daba lecciones importantes para la vida. No sólo aprendí a lavarme religiosamente las manos antes de comer sino que también aprendí que estaba mal “encamarse” (que palabra horrible) con el esposo de otra porque me podría pasar lo que le paso a La Susi que la molieron a palos entre cinco; aprendí las artes de mantener una conversación con una o mas personas y escuchar simultáneamente dos o tres conversaciones ajenas; me hice magíster en las tareas del hogar, tuve arduas lecciones sobre cómo barrer y cómo encerar y sacar brillo después. La Norma, fanática de la limpieza, me tenía toda la tarde con el lampazo en la mano mientras ella pispeaba todo lo que sucedía en la calle detrás de la cortina.
Pero era mala también. Cuando yo hacia la tarea ella ponía la tele al palo y yo no podía evitar distraerme y preguntarle por qué la pobre Maria Mar no podía estar con Fernandino del Corazón de Jesús y Visitación Rodríguez si realmente se amaban. En ese momento ella agarraba la regla y la partía contra mi mano gritando: ¡¡¡HACÉ LA TAREA MIERDA!!!!
Pero no tardé mucho en sacarle la ficha: La Norma era analfabeta. Si mis padres se enteraban la iban a rajar a patadas. Logré lo que quería: ella suplicó y suplicó que no, que me calle la boca, que no les diga nada. Entonces, creyéndome la mejor negociadora del mundo, inteligente y piya, le propuse: yo te enseño a leer y a escribir si vos me dejas mirar la telenovela.
Ella, más viva que yo, aceptó.
Ni lerda ni perezoza La Norma aprendió volando, al poco tiempo ya era una capa en las artes de la lectura y la escritura, investigaba, iba a la biblioteca, leía best sellers.
Y pasó el tiempo…y yo ya era una adolescente pava y pelotuda que tenía que seguir yendo a su casa a pasar el tiempo y a comer horrible, a seguir lavando pisos y a someter mi nariz para que ella aplaste los barritos con sus enormes uñas esculpidas.
Yo sentía que al haberle enseñando a leer y escribir me había ganado el cielo, pero los años me enseñaron que de buena negociadora nada tengo y que todo se volvería en mi contra porque es cierto el dicho de que el discípulo supera al maestro. Una tarde me mandó a hacer los mandados con la promesa de cocinarme unos alfajorcitos de maicena y mientras yo recorría las góndolas ella metió sus manos en mi mochila y robó mi cuadernito personal (me rehúso a llamarlo diario intimo).
ESCÁNDALO.
En realidad me chupaba un huevo que La Norma se entere de mis cositas y andanzas, el problema es que una chusma como ella tenga entre sus manos y escrito por mi puño y letra las confesiones de una putita que venia dando unos pasos agigantados.
La Norma recorrió todo el barrio con mi cuadernito. La dueña del almacén se enteró que el primer beso de hija no fue con su noviecito sino conmigo; mis padres supieron que debuté sexualmente con un primo lejano en unas vacaciones; el dueño del video club supo que mucho me gustaría subirme arriba suyo a cabalgar; las madres de todos los pibes del barrio supieron que era yo la encargada de enseñarles a besar; todos y cada uno de los vecinos supieron de mi gusto por garchar en cualquier lugar, contra cualquier pared; La Norma supo que mucho me encantaba chupar pijas con la misma boca con la que le decía “Normita…¿no te hacés unos matecitos?; la mamá del Eti supo que su hijo debutó conmigo y no con una prostituta, lo cual era casi lo mismo, porque garchaba conmigo a cambio de hacerme los ejercicios de matemática. Todos se enteraron que por las noches me embriagaba con el whisky de mama y que uno de los pibes de la cuadra me daba porro por besitos.
El barrio estaba perplejo. Constantina y mi papa que no era mi papá no sabían a quien culpar. Estaba por terminar la secundaria y La Norma aconsejo que me metan en una pensión de monjas para corregirme y así fue, me internaron de pupila pero no duré mucho porque bien me las ingeniaba para escaparme y una vez lleve un muchacho de contrabando y garche con el en el santo lugar. Me echaron, claro está.
En fin…cuando volví hace poco a este barrio la vi a La Norma, por atrás de la cortina. No salió a saludarme jamás. Mucho me hubiera gustado bajarle a piperazos la ventana, todas las ventanas. Soy la vergüenza del barrio pero el orgullo del bar. Lo único que aprendí de ella fue a no meterme con el marido o novio de otra, menos si es mi amiga, pero mucho me encantaría regresar a nuestras viejas charlas y agarrarla distraída mientras se agachaba a juntar la basura y meterle el palo de escoba por el orto, por vieja de mierda, por muy vieja de mierda.