
Desde el día en que empecé la facultad soñé con el momento de su culminación. Como a veces soy optimista, gravitaba en mi mente la idea de una gran fiesta, un derroche de algarabías harinosas y huevudas, pito, serpentina, caravanas y bocinas.
Pero una vez materializado el idílico momento me encontré con……..nada.
Terminé de rendir y aprobé con la nota máxima… las profesoras me dijeron “un gusto colega y muchas felicitaciones” (dame trabajo forra…pensaba yo)…una de ellas salió corriendo tras de mi para darme las salutaciones correspondientes. Feliz y superada continué mi camino y descendí las escaleras pensando “esto no es nada…ahora se viene lo mejor”. Pero mientras me aproximaba a la puerta vi a una multitud de gente que estaba cagando a huevazos a alguien. “¿Empezaron la fiesta sin mi?-me pregunté, pero cuando salí pude notar que la agasajada era una loca que había rendido antes que yo.
Entonces pensé: mis amistades estarán en algún costado. Me acerqué al costado y no había ninguna de mis caras conocidas. Llovía como la puta madre y soplaba viento y el día era gris y los de música tocaban bien fuerte sus melodías depresivas.
“Capaz me esperan en la esquina”-pensé-. Fui hacia la esquina haciéndome la desentendida…lo único que había era una parejita de mierda guareciéndose de la lluvia debajo de un techo.
“Capaz que andan por acá y todavía no me vieron salir y va a ser todo una sorpresa”. Hice tiempo como una estùpida. Nada.
Frustrada pero con una mínima esperanza empecé a caminar hacia mi casa porque en el apuro por salir de mi casa me olvidé la billetera y no tenia monedas pal bondi. Sola. Empapada. En el camino un auto se encargó de mojar lo poco que quedaba seco de mi cuerpo. Emprendí con toda la furia la caminata, las casi 30 cuadras que alejan mi casa de la institución pedorra. En el recorrido perdí una hebilla de 20 dólares que tenia desde los quince años y una pañoleta Gucci de mi mama que le robe alguna vez con tanta envidia y cariño. Pero si, como soy un zorete materialista mi lástima se dirige hacia los objetos y no al valor sentimental de quienes me los obsequiaron (o de quienes los tome prestados sin devolver) y no me quiero imaginar quien será el infortunado hijo de puta que los encontró y ojala que lo pise un colectivo y reviente como un sapo.
Pensaba a la vez que quizás toda mi prole me estaría esperando afuera de mi casa pero cuando al fin llegué y doblé la esquina no había nadie en la puerta. La última esperanza habitaba en que estén todos esperándome adentro y que cuando yo abriera la puerta iban a gritar: “¡¡¡¡¡sorpresa!!!!”
Entré. Nadie.
Fue la peor recibida de las recibidas. Fue la peor manera de culminar esta “gran” etapa. Llegué a jurar, llorando y enfurecida, que nunca mas les iba a hablar a esas malcogidas, a esa murga de necesitadas sexuales, a esas bizarras mal atendidas con aliento a mate y bizcochito del día anterior ni a esos imberbes que me segundean como amigos (pero a los veinte minutos les estaba escribiendo a todos y contándoles con aires de superada que me había ido bien). Esto es muy triste. Ahora quiero estudiar abogacía.
Y a fin de cuentas cayó mi ex novio que no era tan malo y que sí sabía clavar clavos. Me prestó a su hija para que se la cuide toda la tarde.
Osea que además de mal recibida y de mal dormida estuve cambiándole los pañales durante cinco horas a una nena que se caga horrible y que encima es el vivo rostro de la madre, de esa zoreta por la cual este forro alguna vez me dejó. Pero a la noche el ex volvió a hacer un buen asado a la parilla porque ahora somos grandes amigos y de la misma forma que durante meses lloré y dije todo tipo de blasfemias en contra suyo a mis amigas…ahora las blasfemias son hacia estas putas nicogidas y es el oído del ex el que me da su consuelo.